
Por Felipe Monroy/VC Noticias
Ciudad de México.- Como parte del acompañamiento permanente que ha realizado el obispo Francisco Javier Acero Pérez con las madres buscadoras, se celebró en la Catedral de México una Misa por esas familias que cargan con la penosa tarea de perseguir indicios de sus familiares desaparecidos a lo ancho del territorio nacional, una crisis aguda y prolongada en México que suma más de 100 mil personas de cuyo paradero se desconoce toda información: «Ojalá todos tomáramos un pico y una pala y nos fuéramos a buscar con ellas, pero si no podemos hacerlo, atendamos al menos la primera demanda que nos hacen, que es escucharlos».
«No podemos callarnos ante esta realidad lacerante. No tengamos miedo para acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, que al final se resume en el verbo “dialogar” con todos los actores sociales que sufrimos este drama», expresó el pastor.
Acero Pérez aseguró que el problema de los desaparecidos en México no es un asunto de estadísticas, números, ruedas de prensa, escritos o comunicados; si no que se trata de un «dolor sagrado» que exige una implicación total:
«Quiero pedirles disculpas si en algunas de las declaraciones de algunos de nuestros líderes ha primado más la teoría que la práctica de la escucha empática, el protagonismo para el carrerismo antes que el abrazo para contener la rabia y el dolor [o] si en algún pastor no han percibido la empatía para escuchar su rabia y su dolor», reconoció.
E hizo un llamado: «Generemos una amistad social con capacidad de escucha y amabilidad hacia todos, sin ideologías. Hoy desde esta Catedral me uno a mis hermanos obispos de México en este grito al que nos han convocado: ¡Basta ya! de tanta muerte injusta. Que este día, de vigilia y oración en la plaza más importante de nuestro país, en el Zócalo de la Ciudad de México, lo instauremos como un día dedicado a las víctimas de desaparecidos: con una vela, unos zapatos, nosotros desde nuestra dimensión de creyentes con esta Eucaristía».
El obispo Acero abordó la exigencia que este lacerante asunto implica a todos los sectores sociales, incluida la Iglesia y sus pastores: «Las madres buscadoras, hoy convertidas en familias buscadoras, los desaparecidos, son los verdaderos protagonistas de esta Eucaristía y de este encuentro de oración con las diversas iglesias. Se los he dicho personalmente y en público: si en algún momento hemos sido indiferentes a sus historias como pastores, les pido perdón».
Por ello precisó el compromiso que todos los miembros de la sociedad se vuelquen al diálogo: «Pensemos juntos qué sería el mundo sin ese diálogo paciente que vamos teniendo… ese diálogo persistente y corajudo no es noticia… pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta».
Teuchitlán, prueba de indiferencia social
A propósito del reciente hallazgo del que se ha definido mediáticamente como ‘campo de exterminio y adiestramiento’ en Teuchitlán, Jalisco, el obispo Acero expresa que dicha ‘monstruosidad’ «es una prueba de nuestra indiferencia social provocada por el miedo de cuidar al hermano que se encuentra solo y desamparado».
Acero externó su solidaridad con el párroco local y con el pueblo fiel de la demarcación donde fue hallado el rancho Izaguirre donde las versiones periodísticas confirman el reclutamiento, la tortura y la práctica de crímenes inhumanos mayúsculos contra cientos de jóvenes, hombres y mujeres, muchos de ellos, probablemente catalogados como desaparecidos y buscados por sus familiares; y aseguró «hay miedo de hablar e informar a la autoridad».
Acero explicó que la idea de ‘campo de extermino’ es insoportable para cualquier pueblo y deben condenarse en todo el mundo: porque «son frutos de negligencias y complicidades sociales».
También hizo una sensible descripción sobre la realidad de las madres y familias buscadoras en México: «Todos los días, cada mañana hay hermanos nuestros que se levantan con la esperanza de encontrar a sus hijos en alguna fosa clandestina… Esta monstruosidad no puede quedar impune, indiferente, silenciada en carpetas de investigación, en cuerpos abandonados…».
«¿Qué nos pasa hermanas, hermanos? El horror no nos puede paralizar, el amor nos pone en marcha… El papa Francisco siempre nos anima ‘a seguir con entusiasmo siendo artesanos de la paz, a pesar de la presencia en el tejido social -e incluso eclesial- de algunas zonas grises en las que es difícil percibir el claro distanciamiento de viejas formas de actuar, erróneas e incluso inmorales'», exclamó.
Anticuerpos contra la corrupción y la agresividad
En la Misa por las Personas Desaparecidas, el obispo auxiliar de México, hizo un reconocimiento de las personas que «caminan, luchan y trabajan cumpliendo la voluntad del Señor» como «agentes invisibles de la paz que nos hacen ver que la convivencia fraterna y la amistad social son posibles».
Y declaró: «Necesitamos católicos en la vida pública del país que actúen como suaves y fuertes anticuerpos contra los intereses creados, la corrupción, la codicia y la violencia que son el ADN de esta mafia que quiere imponer sus ideas a través del plomo».
Acero Pérez también recordó el llamado a la tregua de agresividad que fuera convocada en el Adviento y Navidad del 2024; y renovó la exhortación: «El evangelio nos invita a tener una actitud de reconciliación y paz. Amar a nuestros enemigos. El lenguaje de odio que hemos creado en ciertos lugares de liderazgo nos ha hecho polarizarnos. Bajemos la intolerancia y el insulto en los lugares donde se aprueben leyes. La dignidad humana no es de mayorías ideológicas, es un derecho humano
que no debe ser pisoteado por nadie».
El llamado no se limita a la clase política en México, el obispo Acero pide se involucren los empresarios, lideres sociales y religiosos «para que no usemos un lenguaje agresivo, un lenguaje ofensivo hacia los demás, porque ahí es donde – nos recuerda el Señor – que comienza la guerra: cuando escuchamos y pronunciamos palabras de desprecio, aversión y odio hacia los demás».
La agresividad discursiva y verbal, para el obispo, es también un sitio donde se «escuchan los ecos de plomo» y se acallan «los ecos de oro» de las personas que luchan por hacer el bien: «Pasemos de la lógica de la confrontación a la de la benevolencia, empezando precisamente por aquellos que están contra nosotros, a quienes quizás consideramos nuestros enemigos».
Finalmente, Francisco Javier Acero hizo una renovada conversión de todos a la oración pues ella, «nos ayuda a reconocer humildemente que no podemos hacerlo solos, que necesitamos la ayuda de los demás y una mano amiga desde arriba», refirió recordando el magisterio pontificio.
«Oremos por estas familias buscadoras, por sus familiares desaparecidos, y tengamos presente que orar ante la situación de violencia que vivimos puede ser un primer paso para hacernos más sensibles. Recuerden hermanos: Orar es acción».
Y agregó: «En el evangelio hoy Jesús nos habla de amar a los enemigos. Nuestro primer enemigo está dentro de nosotros cuando nace la indiferencia, cuando queremos imponer las ideas, cuando nos olvidamos de los compromisos privados y públicos. La falta de palabras, entendidas como diálogo, y de la abundancia de malas palabras. El origen de los sentimientos de odio, de hostilidad nacen de las historias personales que se arrastran y se traducen hacia los demás».
Implicarse a conciencia
En la parte conclusiva de su mensaje, el obispo Acero Pérez hizo un llamado a la sociedad a comenzar por abrir la puerta a las familias buscadoras y a las tragedias que viven:
«Hago un llamado a las autoridades a escuchar a las víctimas. Eso es lo que hoy nos piden. Ojalá todos tomáramos un pico y una pala y nos fuéramos a buscar con ellas, pero si no podemos hacerlo, atendamos al menos la primera demanda que nos hacen, que es: ¡Escúchenos!».
El mensaje del pastor culminó con un llamado en plural inclusivo: «Hoy el Señor nos invita a mancharnos las manos para ser artesanos de la paz, a mirarnos con la misma ternura y misericordia de Dios y ayudar las familias que viven estas guerras de desaparición y tortura en todo el país. La llamada a la paz desde la no violencia la lanzamos desde esta Catedral a todos los habitantes de nuestro querido México».
El obispo también dirigió un mensaje para las personas «que han elegido el camino del mal y están afiliados a organizaciones criminales.. [les] renuevo la apremiante invitación a la conversión. ¡Abran su corazón al Señor! ¡Abran su corazón al Señor! Por el amor de Dios entiendan que no se puede matar inocentes… El hombre, cualquier organización humana, las mafias criminales, no pueden matar ni pisotear este derecho santísimo de Dios, que es de la vida de cualquier ciudadano, piense lo que piense. A todas las personas que trabajan en organizaciones criminales: ¡Por favor, cambien de vida, conviértanse, dejen de hacer el mal! Nosotros rezamos por ustedes: conviértanse. Lo pido de rodillas. Es por su bien».